He decidido autopsicoanalizarme. Nada de profesionales.
Hace dos domingos, comiendo en casa de los papás Farruco, mamá Farruca, tras servir la comida a los otros cinco comensales, obvió mi presencia, se sentó y se unió a la carga con el primer plato. Yo, desolada ante tal despropósito a punto estuve de ser un mar de lágrimas, pero mi angustioso reclamo con un: -Ama, cada día me quieres menos-, y su consuelo como r espuesta:- ayyy hija mia,no te había visto, y no te me pongas tonta que ahora te sirvo- hizo que al llegar a mi casa, pensara en la posibilidad de acarrear traumas infantiles que hicieran que por ello actuara de una u otra manera en mis diferentes aspectos de la vida.
Para comenzar con mi terapia, llamé a papá farruco y solicité que me entregará los álbumes fotográficos disponibles de mi infancia. Lo tuvo fácil. Si mi hermano, tres años mayor que yo, disponía de cuatro álbumes para él sólo, con un centenar de fotos en cada uno de sus actos ( entiéndase por acto, primera sonrisa, primer diente, segundo, tercero,cuarto, dentadura íntegra, estreno de carro, cuna, orinal, y un largo ecétera), yo, sólo disponía de un mísero álbum y lleno de fotos de prolongación de la vida infantil de mi hermano. En ese momento, caí en la cuenta, que tenía una tarea ardua por delante. El “ tú llegaste escapada" de mis padres, empezaba a tener sentido.
Siendo realistas, es en cierto modo comprensible que no dispusiera de muchas fotos en mi primer año de vida. Si tenemos en cuenta que tenía un muelle por cuello daba mucha pena verme en foto y que me asemejara tanto a los perros que antiguamente se ponía en la parte posterior de los coches. Pobre de mí. Eso sí, desde aquí millones de gracias a aquellos cabrones que se fotografiaban a mi lado y no eran capaces de echarme una mano manteniéndome la cabeza en su sitio. Si todo esto lo trasladamos a mi treintena, creo que soy capaz de leer entre lineas y no espero encontrarme con personas capaces de tenderme una mano con el objetivo de evitar mi ridículo ( gracias, simpáticos).
Continuando con los retratos, llegamos al momento obsesivo de mi padre de sacarme fotos con todos aquellos animales disponibles en el pueblo de verano. Verme rodeada de gallinas y con lágrimas en los ojos intentando huir de ellas mientras en mi mano tenía un arma de destrucción masiva llamada comida, lo cual,provocaba que me persiguieran por toda la calle, es muy preocupante. Si a ello le añadimos, fotos con cerdos, burros y vacas y la insistencia de mi padre porque me arrimara un poco más a ellos, mi animalfobia adulta a determinados animalitos es más que comprensible.
Para finalizar, y dar paso en el siguiente post a mi autopsicoanálisis analizando videos ( os aseguro que es muy muy duro), llegaron los cortes de pelo. Ahora entiendo el porqué nunca acabo de acertar con mi color/corte de pelo y durante mi adolescencia he experimentado con toda clase de peluquerías y centros estéticos. Si yo, en mi absoluto momento inmaduro ( ¡tenía sólo cinco años!) decido cortarme flequillo creo que es muy cruel por parte de mis progenitores tomar la decisión de dejarme tal cual el pelo a modo de castigo. Además y añadiendo un grado a su delito, sacarme una foto, ampliarla y tenerla en el salón de su casa, con todos mis respetos,queridos padres, es de trauma sólo tratable por lo menos, por super nanny.
Ayyyyyy.....
Continuará.....